Ella era “una mujer como dios manda”, a base de cocinar y cocinar sus cabellos se convirtieron en cucharas, y a base de barrer y barrer le salió pelos de tiras de escoba en la cabeza.
Sus ojos eran grandes de mirar sobre las lágrimas.
A sus hombros le nacieron pinchos en dónde agarrar las bolsas de cargas ajenas, y sus pechos consumidos mostraban los pezones engrandecidos de amamantar descendientes.
Perdió sus brazos por exceso de uso, de trabajar en casa y abrazar de noche a quien no le correspondía, y fue quedándose sin costillas de tanto suspirar.
Le salieron dos fémures en cada pierna para quedar fijada y bien fijada en su casa, y ser “una mujer como dios manda”.
Perdió sus brazos por exceso de uso, de trabajar en casa y abrazar de noche a quien no le correspondía, y fue quedándose sin costillas de tanto suspirar.
Le salieron dos fémures en cada pierna para quedar fijada y bien fijada en su casa, y ser “una mujer como dios manda”.
Miraba y miraba sin ver, calculando, retrocediendo en su existencia, haciendo inventario de vida que no alcanzaba a ser "diario" por aburrida esencia, por el repetitivo estar jornada tras jornada inmiscuida en la única sinrazón de ser ... "una mujer como dios manda".
Él era “un hombre como dios manda”, con la cabeza llena de piezas metálicas, de engranajes oxidados que le impedían pensar.
Él era “un hombre como dios manda”, con la cabeza llena de piezas metálicas, de engranajes oxidados que le impedían pensar.
Sus ojos eran pequeños de retener las lágrimas.
No tenía brazos, uno lo perdió en la guerra, tuvo que ir a la guerra, porque los hombres van a la guerra, porque era “un hombre como dios manda”; y el otro de tanto trabajar mañana y tarde para llevar dinero a casa y dárselo a su esposa a quien ni veía porque ya era de noche, a quien por cansancio … no abrazaba.
No tenía brazos, uno lo perdió en la guerra, tuvo que ir a la guerra, porque los hombres van a la guerra, porque era “un hombre como dios manda”; y el otro de tanto trabajar mañana y tarde para llevar dinero a casa y dárselo a su esposa a quien ni veía porque ya era de noche, a quien por cansancio … no abrazaba.
Le enseñaron a ser de hierro, tanto así que de ferro se quedaron sus piernas.
Miraba y miraba sin ver, calculando, retrocediendo en su existencia, haciendo inventario de vida que no alcanzaba a ser “diario” por aburrida esencia, por el repetitivo estar jornada tras jornada inmiscuido en la única sinrazón de ser … “un hombre como dios manda”.
Arrastrándose como pudo, ella salió de su casa, quería saber qué es hacer algo distinto.
Miraba y miraba sin ver, calculando, retrocediendo en su existencia, haciendo inventario de vida que no alcanzaba a ser “diario” por aburrida esencia, por el repetitivo estar jornada tras jornada inmiscuido en la única sinrazón de ser … “un hombre como dios manda”.
Arrastrándose como pudo, ella salió de su casa, quería saber qué es hacer algo distinto.
Con cargo de conciencia él faltó al trabajo, quería saber qué es hacer algo distinto.
Ambos estaban parados, cada uno en una acera, uno frente al otro, ... se miraron, era de día, después de tantos años viviendo juntos tuvo que ser que en cualquier calle de no importa qué ciudad … coincidieran y … realmente se vieran.
Ambos estaban parados, cada uno en una acera, uno frente al otro, ... se miraron, era de día, después de tantos años viviendo juntos tuvo que ser que en cualquier calle de no importa qué ciudad … coincidieran y … realmente se vieran.
Ella dijo: "hay todo un mundo por descubrir ... yo no quiero ser una mujer como dios manda”, … y él dijo: "hay todo un mundo por descubrir ... yo no quiero ser un hombre como dios manda” y lloró por primera vez.
Y dios escuchó todo, y les envió "el rayo del qué dirán" (qué dirá mi vecino, que dirá mi padre ... , ... que dirá diosssss), y ella volvió a casa y él al taller, para seguir siendo "como dios manda".