30 ago 2008

Símil

La conciencia es como una casa habitada.
Ambas son imposibles de mantener limpias.

Qué bien que te encuentro ...

A ti te quería ver yo, pues es que mira, esta mañana he visto a Pepe, el dueño de El Granero, sí, el que estaba en Argumosa y era vegetariano, porque qué buen restaurante ¿eh?, todo lo ponía bien medido, y la esposa con esos prendedores que hacía de piececitas que se encontraba por la calle tiradas, era increíble, ¿y cuando nos contó lo de que la robaron?, ya ves, y ella tan feliz de que le habían arrancado uno del abrigo en el metro porque gustó a alguien, hay que ver cómo se puede sacar lo positivo de cualquier cosa, y jajajaja, cuándo fuiste acatarrado y hecho una basura sin poder ni respirar ni casi hablar y te dijeron que eso era bueno, que significaba que ya te estabas curando, qué gente tan maravillosa, montando en su pueblo un cineclub en su garaje para que los chavales pudieran ver películas, si es que siempre estaban al tanto de todo el mundo intentando manchar lo menos posible y sin consumir ni ir a la moda, ¿te acuerdas que salíamos de allí felices cómo si la comida tuviera una esencia especial que nos aportara energía de Om?, y los manteles, jajajaja, esos manteles de florecillas siempre impecables y rebien planchados que pareciera que eran nuevos en una continuidad casi perpetua, yo no sé qué pasó al final con el cactus que tanto les había crecido, no sé si lograron regalárselo a alguien, claro que eso no es fácil …. Oye ¿y a qué venía todo esto?, uy! fíjate que se me ha ido lo que te quería decir … si es que no sé dónde tengo la cabeza ... te podrás creer que ayer mismo .... ¡Ah! ¿Qué tienes prisa?, bueno, bueno, chao, … cuando me acuerde de lo que te tenía que contar … te llamo.

29 ago 2008

Dura tarea ...

Soy como el hombre que no reconoció haber muerto y quedando agarrado a su último momento no cruzó al otro lado.
Estoy repartida entre casas, hoteles, teatros, calles, bares, autobuses, paisajes urbanos y de naturaleza, cines y aeropuertos del país en el que habito y de otros muchos.
En Chiapas, la sabiduría popular, dice que cuando un niño o un adulto enferma, hay que llevarle al lugar dónde estuvo antes de comenzar su enfermedad, buscar un cruce de caminos cercano y "recuperar el alma que allí se dejó" para que se ponga bien.
La distancia aseguran que siempre es más corta cuando se regresa, no sé cuánto me llevará recuperarme completa.
Pero, he de volver, debo hacerlo, volver a cada uno de esos cruces de caminos para cancelar el pasado, bendecirlo, despedirme, despegarme del suelo, recuperar mi alma y ... continuar hacia la mar.
Me espera una dura tarea.

28 ago 2008

Rosario

No me gusta quien me interrumpe en una conversación para contarme algo suyo, … que me perdonen aquellos a quienes interrumpo para contarles algo mío; ruego por vosotros.
No me gusta quien me juzga antes de conocerme, … que me perdonen aquellos a quienes juzgo antes de conocerles; ruego por vosotros.
No me gusta quien me da su opinión sin preguntarle, … que me perdonen aquellos a quienes les doy mi opinión sin preguntarme; ruego por vosotros.
No me gusta quien se hiere por bobadas, … que me perdonen aquellos a quienes recrimino por herirme por bobadas; ruego por vosotros.
No me gusta quien cuando me encuentra me interroga e interroga, ... que me perdonen aquellos a los que interrogo cuando les encuentro; ruego por vosotros.
No me gusta quien me despierta de madrugada con una llamada, … que me perdonen aquellos a quienes despierto de madrugada con una llamada; ruego por vosotros.
No me gusta quien me castiga por su pecado, ... que me perdonen aquellos a los que castigo por mis pecados; ruego por vosotros.
No me gusta quien me tiene “no admitida” en su vida, … que me perdonen aquellos a quienes tengo “no admitidos” en mi vida; ruego por vosotros.
No me gusta quien me miente, … que me perdonen aquellos a quienes miento; ruego por vosotros.
No me gusta quien me pide explicaciones, … que me perdonen aquellos a quienes pido explicaciones; ruego por vosotros.
No me gusta quien facilito me olvida, … que me perdonen aquellos a quienes he olvidado; ruego por vosotros.
No me gusta quien se quiere esconder de mí y no me lo dice, … que me perdonen aquellos de quienes me quiero esconder y a quienes no se lo diré; ruego por vosotros.
Amén.

A la Muerte

Señora Muerte:

No sé cómo es su cara ni sus manos, tan sólo sé que tendremos una cita, cuya fecha y hora no me han sido anunciadas, y deseo se encuentre tan ocupada que no me la dé pronto o mejor ojala se traspapelen mis datos en su mortal oficina y durante un nunca permisible no los encuentre.
De todos modos y por creer que sea cuando fuere … me tocará tenerla delante, quisiera, si se me permite … solicitarle un favor, algo pequeño; me gustaría que me avisara con uno o dos días de adelanto de su visita, no para que encuentre la casa de su agrado, ni tan siquiera para prepararle el té de bienvenida, pues entiendo que con tantos como somos no tendrá tiempo para preámbulos; verá, le cuento:
Yo, cómo tantos otros poseo una colección, no sé si usual o rara, pero yo colecciono risas.
Le pido a la gente que se ría en tubos, pequeños tubos, pues su valor ni aumenta ni merma por la cantidad, después de hacerlo los cierro con cuidado y los etiqueto correctamente para saber de quién proceden, luego los coloco sobre una gradilla, la cual la tengo a mano de tal modo que si lo necesito ... me sea fácilmente accesible, que por experiencia sé que lo que guardo para que no se pierda … al buscarlo no lo encuentro.
No las gasto, nunca abro los tubos, tan sólo con alzar uno cuando me hayo entristecida me es suficiente para alegrarme el recordar el momento en que esa persona se rió dentro de él.
Pero, quisiera, con su benevolencia, saber cuándo he de despedirme del mundo, pues de conocer esa información, agarraría todos los tubos de risas de mi colección … subiría a una montaña alta y los abriría para liberar su contenido y que se esparcieran las risas por la tierra, y así dejar una herencia a los seres de este planeta y al planeta mismo de algo que creo hace mucha falta en los tiempos que corren.
Me gustaría irme sabiendo que al menos ese día un árbol se alegró al caerle una risa, o tal vez un niño o un caballo o una mariposa, o … quien sabe, ... a lo mejor le cae a usted y … se siente tan bien ... que … se olvida de mí.

27 ago 2008

A los contactos con mal genio

Me voy a comprar un detector de mal humor, uno bueno, japonés, lo pondré con un imán en el monitor de mi pc, a la altura de los contactos de mis correos electrónicos, y así, cuando vea que están conectados mi detector me indicará con quien es mejor que no chatee, a quien es mejor que no salude, y así evitaré perder el tiempo en broncas sin sentido.
Por si va lento el detector de mal humor, me compraré también una tecla que pondré en el teclado, que me permita borrar las ganas de discutir de algún contacto y si le entro a saludar y se pone grosero la utilizaré para que la conversación sea cordial.
Por si el detector del mal humor va lento y la tecla de borrar las ganas de discutir falla, me compraré un vídeo inteligente de naturaleza que detecte el mal genio, lo colocaré en el disco duro, y cuando alguien me hable enfadado automáticamente se pondrá en marcha y le relajará con bonitas imágenes.
O mejor, no prendo el chat, y con el dinero que me cuesta el video inteligente de naturaleza, la tecla de borrar las ganas de discutir y el detector de mal humor me iré al cine y que cada quien se quede con su paranoia.

Madrid - Gijón

- Oh! Jajaja, disculpe … no le vi. No estoy acostumbrada a cargar tantas maletas, ¿le hice daño?.
- No señorita, no se preocupe. ¿Me permite ayudarle?
- No, por favor, no se moleste, usted tendrá que manejar las suyas
- ¿Éstas?, no, jajajaja, no son mías, yo viajo sin equipaje. Y para mí no es ninguna molestia atender a una dama tan bonita.
- Pues en ese caso se lo agradecería mucho.
- Ya llega, traiga. Veamos, y la cajita también si la coloco bajo el brazo …
- Es usted muy amable. Deje, deje, la caja ya la subo yo, gracias.
- ¿Cuál es su vagón?
- Ah! Sí, mire usted, soy un poco torpe para enterarme entre tantos números, jajaja.
- A ver, … bueno señorita pues parece que el destino nos coloca de compañeros de viaje.
- ¿Sí?, qué grata coincidencia.
- Deje que yo suba primero. Perdone, no le parezca poco caballeroso por mi parte, es para que simplemente me siga y no tenga que buscar el asiento.
...
- Bueno, pues parece espacioso. Presiento que no vendrá nadie más.
- Jajajajaja, eso sí es soñar despierto. Acostumbro a hacer el mismo recorrido dos veces al mes y siempre va lleno. ¿Qué lugar prefiere?
- Aquí si no le importa, es que si me pongo a la contra me mareo.
- Perfecto, acomódese. Nos espera toda una noche antes de llegar. ¿Irá a buscarle su marido a Gijón?
- No, no estoy casada y me bajo algo antes, … en Mieres. ¿Y usted? ¿está casado?
- Lamentablemente soy viudo.
- Lo siento, no debí preguntar.
- Da igual, me costó mucho superarlo, pero ya me encuentro bien. Mi esposa era maravillosa pero murió en un accidente cuando viajaba sola en auto, pobrecilla, llevábamos poco tiempo casados, y así quedé solo y sin descendencia.
- Lástima.
- Sí, bueno, pero eso ya pasó hace años, no entristezcamos este bonito encuentro.
- Tiene razón, hombres como usted faltan en el mundo, no merece sufrir. No me tome por indiscreta pero ¿Para qué va a Gijón?
- Por negocios. Soy el dueño de una fábrica de ropa y ya sabe, hay que reunirse con los galeristas para asegurar las ventas.
- Sí, si, ya me imagino, debe ser un trabajo muy estresante, con esa generación de gastos entre empleados y material, y estar pendiente de que todo salga bien.
- No se lo imagina, los buenos trabajadores no abundan. Yo tengo en plantilla a 300 personas, son gente inculta, no como usted y como yo, … ya me entiende, gente sin estudios que siempre han vivido entre basura y se creen con el derecho de arruinarme pidiendo subidas de sueldo. Como bien dice, me toca revisar todo su trabajo, pues en cualquier momento te pueden traicionar; figúrese que se quisieron sindicar, pero no ¿eh?, eso si que no lo consentí, deberían estarme agradecidos por sacarlos de la miseria.
- Claro, eso es lo que tienen los pobres que aspiran siempre a mejorar …
- Sí, jajajajaja, no saben que cada quien tiene lo que se merece, y quien no nace en noble cuna no muere en ella, jajajaja.
- Jajajajaja, no sabe cuánta razón lleva en lo que dice. Parece que estos apartados están silenciados ¿No?, fíjese que al lado entró toda una familia y no se oye nada.
- Sí, todos los que hacen trayectos tan largos son así para no molestar al resto de los usuarios. Bueno, pues parece que ya salimos, hemos tenido una gran suerte viajaremos solos, su intuición femenina ha acertado, es usted encantadora, podremos dormir bien.
- Gracias. Y ... ya que no ocuparán los lugares ¿Le importa bajarme las maletas de nuevo?, es por si necesito sacar algo de ellas durante la noche, ya bastante será molestarle cuando llegue a mi destino.
- Por supuesto. ¿Se las dejo aquí?. ¿Seguro que está cómoda?
- Sí, gracias, estoy bien. Muchas gracias. Que descanse.
- Gracias, igualmente. Y no dude en despertarme si precisa algo.
- No se preocupe, … así lo haré.



- ¿Sí? ¿Le pasa algo? ¿Ya se va?
- No, tranquilo, pero estoy cerca, tan solo le desperté porque quería antes de bajarme tener una atención con usted por su generosidad.
- ¿Sí?, qué detalle, pero no hacía falta, poder compartir mi descanso con una mujer tan hermosa ya es suficiente. Ay! Si supiera cómo roncan algunos …
- Ya. Espere, lo tengo aquí en la caja.
...
- ¿Quéeeee? ¿Qué hace con esa pistola? Pero … ¿Se ha vuelto loca?
- No, no estoy loca. Este es un regalo de esos incultos empleados que le siguen haciendo rico con su deshumanizada jornada, y de su suegro que siempre supo que usted mató a Lidia para quedarse con el negocio familiar. Ah! Quizá le guste saber que su fiel secretaria sacó mi pasaje de tren a la vez que el suyo y el de nuestros invisibles compañeros de viaje hasta … Gijón, siento que vaya solito el resto del trayecto. Ha sido un placer conocerle personalmente. Salude a su difunta esposa de mi parte, seguro que le agradará volverle a ver.
- ¡¡¡Nooooooo!!!

¡¡Próxima parada Mieres!! ¡¡Por favor los pasajeros que se bajen en esta estación aproxímense a las salidas!! ¡¡Gracias!!.

26 ago 2008

El almuerzo

Tras chatear un ratito con Begoña y recibir sus ánimos para con el montaje de un espectáculo de títeres propio, me acomodo sobre la jarapa que me regaló mi hermano.
Frente a mí, el plato de cerámica granadina de mi cuñada repleto de los tomates de la huerta de Alberto y el queso que me dio Gloria espera a ser vaciado sobre el mantel individual que me envió Pato de Colombia, el tenedor que me acompaña desde que viví con Julio se muestra nervioso por ser utilizado y la copa que conseguí con Gerardo en París se mantiene serena a pesar de estar llena de vino.
Y así es cómo, bajo la lámpara de los tiempos de Jairo y rodeada de: la máscara de gasa de Carlos, el payaso que cabalga de Felipe, el tótem incaico de Víctor, la estrella de Javier, el espejo de Neme, el móvil de conchas de Lucía, la tetera de Mohammed, las libélulas de Belén, el recipiente de kool de Enrique, el porta velas de Amalia, la rana de madera de Fernando, el recipiente para mate de Hernán, el quemador de copal de Orlando, la postal de Ghanesa de Antonio, las pelotas de malabares de Angie, los elefantes de Héctor, la mariposa-flor de Bea-Manu-Angeles-Clari, …, y por supuesto la inmejorable lectura de los poemas de Sacra, … alimento mi cuerpo y mi espíritu en compañía de mis amigos.
¡¡¡Gracias a todos!!! ¡¡¡Os quiero mucho!!!

Doña Celia

Tenía Doña Celia dos grandes tarros de cristal, en dónde guardaba celosamente y durante tiempo todos los botones que para ella fueron testigos de un momento especial en su vida.
Los años iban haciendo estragos en su cuerpo, el cabello ya carecía de abundancia, los pómulos se volvieron duros y marcados por la falta de dientes, el cuello perdió su tersura como también lo hizo la piel de los brazos y el resto.
Cada año, en su onomástica sacaba aquellos tarros para abrirlos y limpiar uno a uno cada botón.
Pero, como ya se empezó a ver viejita, ese año, los sacó antes, era la herencia que tenía preparada para su única nieta; ¡es poco! dirían los más discretos, ¡es una tremenda basura! susurrarían otros; pero no, no era nada de eso, para Doña Celia era un tesoro, era su vida, su diario abotonado, sus … ¿cómo diría?, sus fotos de plástico con agujeros, sin imágenes para el resto pero hablantes para ella.
Cuando los sacaba seguía un ritual paso a paso, siempre hacía lo mismo:
Primero, colocaba el mejor mantel sobre la mesa de tablas descuadradas.
Segundo, se subía a una pequeña banqueta para agarrar los tarros que esperaban en la estantería, de joven le bastaba con estirar los brazos pero ya había minorado su estatura, con lo cual los bajaba de uno en uno por temor a desestabilizarse y caer.
Tercero, los colocaba sobre el mantel, los limpiaba por fuera con un trapito que tenía para ello, y abría uno, siempre empezaba por el de los botones más antiguos, volcaba todos porque en el fondo estaban los viejitos, era una mujer muy ordenada.
Una vez fuera del tarro los contaba por si alguno había desaparecido, la aterraba pensar que alguien hubiese podido entrar en casa y cambiarlos de lugar o llevárselos.
Mientras los limpiaba y contaba iba recordando de dónde salieron:
- “Los del abrigo de papá cuando fue a bautizarme”. Le hubiese gustado tener los de su madre, pero en aquella época las madres no acudían al bautizo.
- “Los de mis primeros zapatos de mujercita … jajaja … de charol negro”.
- “Los violetas del día de mi debut en el Moulin Rouge”.
Quedó callada por un momento, sus ojos vivarachos se enternecían recordando las luces, los cancanes, los zapatos de tacón de aguja, las lentejuelas, las butacas granates y los aplausos, … y Pablo, ... allí conoció a su ya fallecido Pablo que le llevó el ramo de flores más bello al camerino, fue París testigo del encuentro de sus pies entre bambalinas, y la Catedral de Notre Dame acogió en sus entrañas el “sí quiero”.
Su emoción aumentó al ver de seguido los dos botones unidos por un fino hilo, uno nacarado y otro azul, uno del traje de novia de ella y otro del traje de novio de él; los miró, los limpió, los besó y volvió a meterlos en su tarro.
Y así, montada en cada botón cabalgó una vez más por su vida llena de encuentros y desencuentros, de bienvenidas y despedidas, de grandes fiestas, del nacimiento de sus hijas, de cielos azules y nublados, de risas y llantos.
Primero un tarro, … luego otro, los volvió a guardar en la estantería.
Sintió un dolor fuerte en el pecho, se agarró a la mesa como pudo, se sentó, respiró hondo y suspiró; volvió a bajar los dos tarros, del primero sacó los dos botones unidos y lo cerró; el segundo tarro, el de los botones más cercanos en su recuerdo lo dejó abierto sobre la mesa; se dirigió a su habitación con unas tijeras, del armario sacó el vestido que tenía para las situaciones especiales y se lo puso, colocando en uno de los bolsillos los botones unidos, y cortando el que adornaba una de las mangas regresó al tarro y lo metió en él colocándolo con dificultad pero buen tiento junto al otro.
Ana Isabel, cada año, y siempre en la misma fecha, sacaba los frascos que había heredado de su abuela, esparcía los botones ya sin orden sobre su cama, trataba de imaginarse de dónde habían salido, ella sólo conocía uno, uno rojizo y dorado como los del vestido que su abuela llevaba cuando su vida se apagó, rojizo y dorado como las hojas de los árboles teñidos de otoño que les acompañaron en la despedida un 5 de noviembre.

25 ago 2008

No estoy federada pero practico muchos deportes

Por las mañanas los cien metros valla, porque mi barrio está lleno de obras.
Bajo las escaleras del metro haciendo rafting a contra corriente por entre la gente que las sube.
Dentro del vagón me toca el ballet porque en el suelo sólo entran las puntas de mis piés, y doy elegantes saltitos para ver sobre las cabezas colindantes por cual estación voy, con las manos alzadas para no generar malos entendidos entre mis compañeros de viaje.
Llegando a mi lugar comienza la lucha libre por acceder a la puerta.
Salgo a la calle alcanzando la cumbre como un buen montañero escalando las piedras humanoides que llegan tarde al trabajo y bajan en masa.
En la parada del autobús hago ejercicios de cuello asomándome tras cuerpos ajenos para ver si llega el mío.
Cuando ya lo alcanzo me toca una de equilibrio por los frenazos.
Y al llegar … deporte de aventura y riesgo caminando por una carretera de mala visibilidad para los conductores.
¿Por qué mi médico se empeña en recomendarme que practique algún deporte? ¿Más?

24 ago 2008

Ella y él


Ella era “una mujer como dios manda”, a base de cocinar y cocinar sus cabellos se convirtieron en cucharas, y a base de barrer y barrer le salió pelos de tiras de escoba en la cabeza.
Sus ojos eran grandes de mirar sobre las lágrimas.
A sus hombros le nacieron pinchos en dónde agarrar las bolsas de cargas ajenas, y sus pechos consumidos mostraban los pezones engrandecidos de amamantar descendientes.
Perdió sus brazos por exceso de uso, de trabajar en casa y abrazar de noche a quien no le correspondía, y fue quedándose sin costillas de tanto suspirar.
Le salieron dos fémures en cada pierna para quedar fijada y bien fijada en su casa, y ser “una mujer como dios manda”.
Miraba y miraba sin ver, calculando, retrocediendo en su existencia, haciendo inventario de vida que no alcanzaba a ser "diario" por aburrida esencia, por el repetitivo estar jornada tras jornada inmiscuida en la única sinrazón de ser ... "una mujer como dios manda".
Él era “un hombre como dios manda”, con la cabeza llena de piezas metálicas, de engranajes oxidados que le impedían pensar.
Sus ojos eran pequeños de retener las lágrimas.
No tenía brazos, uno lo perdió en la guerra, tuvo que ir a la guerra, porque los hombres van a la guerra, porque era “un hombre como dios manda”; y el otro de tanto trabajar mañana y tarde para llevar dinero a casa y dárselo a su esposa a quien ni veía porque ya era de noche, a quien por cansancio … no abrazaba.
Le enseñaron a ser de hierro, tanto así que de ferro se quedaron sus piernas.
Miraba y miraba sin ver, calculando, retrocediendo en su existencia, haciendo inventario de vida que no alcanzaba a ser “diario” por aburrida esencia, por el repetitivo estar jornada tras jornada inmiscuido en la única sinrazón de ser … “un hombre como dios manda”.
Arrastrándose como pudo, ella salió de su casa, quería saber qué es hacer algo distinto.
Con cargo de conciencia él faltó al trabajo, quería saber qué es hacer algo distinto.
Ambos estaban parados, cada uno en una acera, uno frente al otro, ... se miraron, era de día, después de tantos años viviendo juntos tuvo que ser que en cualquier calle de no importa qué ciudad … coincidieran y … realmente se vieran.
Ella dijo: "hay todo un mundo por descubrir ... yo no quiero ser una mujer como dios manda”, … y él dijo: "hay todo un mundo por descubrir ... yo no quiero ser un hombre como dios manda” y lloró por primera vez.
Y dios escuchó todo, y les envió "el rayo del qué dirán" (qué dirá mi vecino, que dirá mi padre ... , ... que dirá diosssss), y ella volvió a casa y él al taller, para seguir siendo "como dios manda".