Señora Muerte:
No sé cómo es su cara ni sus manos, tan sólo sé que tendremos una cita, cuya fecha y hora no me han sido anunciadas, y deseo se encuentre tan ocupada que no me la dé pronto o mejor ojala se traspapelen mis datos en su mortal oficina y durante un nunca permisible no los encuentre.
De todos modos y por creer que sea cuando fuere … me tocará tenerla delante, quisiera, si se me permite … solicitarle un favor, algo pequeño; me gustaría que me avisara con uno o dos días de adelanto de su visita, no para que encuentre la casa de su agrado, ni tan siquiera para prepararle el té de bienvenida, pues entiendo que con tantos como somos no tendrá tiempo para preámbulos; verá, le cuento:
Yo, cómo tantos otros poseo una colección, no sé si usual o rara, pero yo colecciono risas.
Le pido a la gente que se ría en tubos, pequeños tubos, pues su valor ni aumenta ni merma por la cantidad, después de hacerlo los cierro con cuidado y los etiqueto correctamente para saber de quién proceden, luego los coloco sobre una gradilla, la cual la tengo a mano de tal modo que si lo necesito ... me sea fácilmente accesible, que por experiencia sé que lo que guardo para que no se pierda … al buscarlo no lo encuentro.
No las gasto, nunca abro los tubos, tan sólo con alzar uno cuando me hayo entristecida me es suficiente para alegrarme el recordar el momento en que esa persona se rió dentro de él.
Pero, quisiera, con su benevolencia, saber cuándo he de despedirme del mundo, pues de conocer esa información, agarraría todos los tubos de risas de mi colección … subiría a una montaña alta y los abriría para liberar su contenido y que se esparcieran las risas por la tierra, y así dejar una herencia a los seres de este planeta y al planeta mismo de algo que creo hace mucha falta en los tiempos que corren.
Me gustaría irme sabiendo que al menos ese día un árbol se alegró al caerle una risa, o tal vez un niño o un caballo o una mariposa, o … quien sabe, ... a lo mejor le cae a usted y … se siente tan bien ... que … se olvida de mí.
No sé cómo es su cara ni sus manos, tan sólo sé que tendremos una cita, cuya fecha y hora no me han sido anunciadas, y deseo se encuentre tan ocupada que no me la dé pronto o mejor ojala se traspapelen mis datos en su mortal oficina y durante un nunca permisible no los encuentre.
De todos modos y por creer que sea cuando fuere … me tocará tenerla delante, quisiera, si se me permite … solicitarle un favor, algo pequeño; me gustaría que me avisara con uno o dos días de adelanto de su visita, no para que encuentre la casa de su agrado, ni tan siquiera para prepararle el té de bienvenida, pues entiendo que con tantos como somos no tendrá tiempo para preámbulos; verá, le cuento:
Yo, cómo tantos otros poseo una colección, no sé si usual o rara, pero yo colecciono risas.
Le pido a la gente que se ría en tubos, pequeños tubos, pues su valor ni aumenta ni merma por la cantidad, después de hacerlo los cierro con cuidado y los etiqueto correctamente para saber de quién proceden, luego los coloco sobre una gradilla, la cual la tengo a mano de tal modo que si lo necesito ... me sea fácilmente accesible, que por experiencia sé que lo que guardo para que no se pierda … al buscarlo no lo encuentro.
No las gasto, nunca abro los tubos, tan sólo con alzar uno cuando me hayo entristecida me es suficiente para alegrarme el recordar el momento en que esa persona se rió dentro de él.
Pero, quisiera, con su benevolencia, saber cuándo he de despedirme del mundo, pues de conocer esa información, agarraría todos los tubos de risas de mi colección … subiría a una montaña alta y los abriría para liberar su contenido y que se esparcieran las risas por la tierra, y así dejar una herencia a los seres de este planeta y al planeta mismo de algo que creo hace mucha falta en los tiempos que corren.
Me gustaría irme sabiendo que al menos ese día un árbol se alegró al caerle una risa, o tal vez un niño o un caballo o una mariposa, o … quien sabe, ... a lo mejor le cae a usted y … se siente tan bien ... que … se olvida de mí.