18 mar 2008

El laúd

En la ciudad de Madrid, hay una calle que se llama Preciados, se encuentra en el mismo centro, al lado de la puerta del Sol, es una zona de comercio, siempre lo fue desde los primeros tiempos de la Villa.
Los músicos callejeros aprovechan este lugar por lo concurrido, amenizan el paseo a los viandantes y ganan algunas monedas con su música.
Allí, tocaba Mohammed su laúd.
Pero … la gente pasaba de largo y se paraban junto a otros músicos, como si no le oyeran.
Mohammed estaba triste, entonces, pensó que quizá él escuchaba su instrumento porque conocía la melodía, pero tal vez se le había apagado el sonido.
Entoces, decidió llevarlo al mago de los instrumentos; de quien cuentan los que dicen saber, que hace siglos fue un músico de laúd famoso en todos los países árabes y que por seguir tocando eternamente vendió el alma al diablo, pero lo que no sabía es que en esa venta el diablo le daría la eternidad a cambio de que en vez de dar conciertos lo que haría sería arreglar instrumentos en la oscuridad, en países que no fueran árabes, y lograría su descanso cuando arreglara un laúd (todo esto no lo sabían los músicos, tan solo que era anciano y bueno en los arreglos), eso sí, le permitía poder estar al mismo tiempo en distintas ciudades del mundo.
Este médico de los instrumentos vivía bajo el asfalto, para llegar a él, había que ir a una calle concreta, de noche, esperar que no pase ningún auto, decir su nombre, y el piso se abría; de ahí se bajaba por una escalera de caracol un largo rato, y al final había una galería que te llevaba a una inmensa sala, de cuyas paredes pendían lamparitas de aceite.
Mohammed pensó que no encontraría a nadie, pero la sala estaba repleta, gente con todo tipo de instrumentos.
Se abrió una puerta.
- Gracias señor, ahora sí suena bien. – le decía un niño con su guitarra en mano a un hombre barbudo que apenas se adivinaba tras él –
- ¿Quién va ahora?
- Yo. – dijo una mujer que portaba un violonchelo-
El hombre barbudo vió a Mohammed.
- Por favor, espere un momento. – mirando a la señora del violonchelo-
- Muchacho ¿qué le ocurre a tu laúd?
- Señor, que yo lo toco pero parece que nadie lo oye, … sólo yo.
- Ya. Tranquilo, sé lo que ocurre. Dime joven ¿Llevas mucho tiempo aquí?
- No, hace un mes llegué de Marruecos.
- ¿Allí tocabas tu laúd?
- Sí, para mi familia, y en la plaza de Marrakech, allí todo el mundo lo escuchaba.
- Mira, lo que ocurre es que tu laúd está triste, aquí no ve a su gente y “canta” hacia dentro, como lo sujetas apoyado a tu pecho, esas vibraciones hacen que sientas la música en tu corazón y creas que la escuchas.
- ¡Ah!
- Haz lo siguiente. Mete dentro de la caja sonora una fotografía de tu familia, colócala al revés, con la imagen pegada a la madera, así tu laúd les sentirá y volverá a tocar hacia fuera.
Mohammed sacó la foto que llevaba siempre en su billetera, la puso como el señor le dijo y se puso a tocar.
Toda la gente de la sala volvió su cabeza, y comenzaron a aplaudir.
Y desde entonces, todo el mundo escuchaba su maravillosa música del alma, esas melodías melancólicas que hacían que Mohammed se sintiera como en su país; y así fue como los transeúntes al escucharle se paraban y aplaudían, y soltaban algunas monedas.
Ahora Mohammed da conciertos, toca en bodas, y ha puesto una escuela de laúd.
Por supuesto, la fotografía de su familia sigue allí, junto a la pared de madera del instrumento y mirando hacia su corazón.
¡Ah!, se me olvidaba deciros que el gran médico de los instrumentos desapareció porque logró su descanso eterno.